Metamorfosis del ser. Representaciones de la cabeza en África Central y Occidental
Colección Sánchez-Ubiría
Colección Sánchez-Ubiría
Comisariada por François Neyt y Sergio Rubira
Círculo de Bellas Artes, Madrid
9 DE MARZO – 14 DE MAYO 2023 / MARCH 9TH – MAY 14TH 2023
METAMORFOSIS DEL SER
Representaciones de la cabeza en África Central y Occidental
Esta exposición muestra casi 300 obras pertenecientes a la colección Sánchez-Ubiría. Se trata de una colección excepcional por la presencia de una secuencia de obras que ilustra, sin ningún vacío, la continuidad cultural y artística en la cuenca del río Níger desde el s. VI a.C. hasta comienzos del siglo pasado. Otra característica de esta colección es su carácter enciclopédico y generalista.
La selección, realizada por el historiador del arte, François Neyt, se ha centrado en el valor simbólico social, político y religioso que se ha dado y todavía se da a la representación de la cabeza en diferentes culturas del África subsahariana. Muchos de estos artefactos multiplican sus signos sagrados y sociales a través de ritos, cantos, danzas y fiestas. Las cabezas esculpidas se transforman en un lugar de relaciones e intercambios, también en un pasaje entre lo visible y lo invisible. Estos cetros, fetiches, peines, tocados, máscaras y figuras, revelan las múltiples historias de estas culturas, algunas ya desaparecidas.
La muestra se divide en tres secciones siguiendo un criterio geográfico: la primera está dedicada a Nigeria y Camerún, la segunda, a África Occidental, y la tercera, a África Central. El punto de partida temporal de esta exposición son las primeras figuras de terracota que se produjeron al sur del Sahara, en las inmediaciones del río Níger: las obras de Nok, Sokotó y Katsina se remontan al s. VI a. C. y llegan hasta el s. VI d.C. También en el Níger, entre los siglos XII y XVII, al abrigo de las rutas comerciales que se dirigían hacia el Magreb, surgieron en Mali una serie de culturas, como la de Djenné, Segú ó Bankoni, cuyas obras son ejemplo de la creatividad y del poder de abstracción de sus artistas. La influencia de la cultura de Nok se deja ver en las obras de Ifé, Benín, los yoruba y sus contemporáneos. Por su parte, las culturas del delta interior del Níger influyeron en las culturas dogón, bambara, mossi y senufo, por citar algunas. En la zona de Costa de Marfil y Ghana, los pueblos akan, sobre todos los ashanti, tuvieron en los siglos XVII al XIX una época de prosperidad debido al tráfico de esclavos y oro, tráfico que también benefició a los fon, del antiguo reino de Dahomey. Más al sur, en los alrededores del río Congo, ya sea en la cuenca congoleña o en las poblaciones de la sabana subecuatorial, surgieron culturas con importantes producciones artísticas, como los fang, punu, kota, kongo, kuba, kete, songe, por citar unas pocas culturas. Finalmente, África Oriental está representada, entre otros, por la cultura Konso de Etiopía y los makonde de Tanzania.
A través de la documentación incluida -también de la colección Sánchez-Ubiría y seleccionada por Sergio Rubira- y del montaje de la exposición, se hace un recorrido por el modo en el que se han mostrado estos objetos durante los dos primeros tercios del siglo XX en una parte de Occidente. La documentación evidencia cómo estas obras, extraídas de su lugar de origen, de su contexto, de su comunidad, al ser incluidas en museos y exposiciones en Europa y Estados Unidos adquirían otros sentidos y hablaban mucho más de aquellos que se las apropiaban, las coleccionaban y las exponían que de los que las habían producido, traduciendo mentalidades. También se alude a cómo fueron asumidas cuando volvieron temporalmente a África para ser mostradas en exposiciones, algunas todavía sujetas a la mirada colonial, organizadas durante los años en los que estos países se liberaban del imperialismo europeo y alcanzaban la independencia.
1.- Nigeria y Camerún
El nacimiento de la escultura en el África subsahariana tuvo lugar en las inmediaciones del río Níger, cerca de Jos, en la actual Nigeria. Los descubrimientos de las terracotas de Nok, Sokotó y Katsina, que se remontan al siglo VI a.C. y llegan hasta el siglo VI d.C., son testimonio de la existencia de civilizaciones complejas y sofisticadas, que marcan el paso de la Edad de Piedra a la Edad de Bronce en esta parte del continente. Es excepcional el busto del pensador nok, que documenta las escarificaciones rituales de la época y una expresión en la mirada que referencia al estilo propio de estas esculturas.
Las manifestaciones artísticas que surgieron en siglos posteriores, como las terracotas y bronces de Ifé (ss. IX al XIII), permiten trazar una continuidad entre estas culturas y la que podríamos llamar la cultura seminal de Nok. Aunque el estilo pueda ser distinto, desde las proporciones del cuerpo, la cabeza grande y las piernas cortas, hasta la forma tubular de la cabeza, sin olvidar detalles de la vestimenta y peinado, todo ello nos indica que ha existido una tradición continua en la escultura africana que se remonta a más de dos milenios. Más tarde, el reino de Benín y las ciudades estado yoruba continuaron sin interrupción con esta tradición hasta el siglo XIX, cuando se inicia la colonización europea.
Alrededor de estas culturas y sometidas a otras influencias procedentes del este se desarrollaron otras culturas de los pueblos asentados a la izquierda del río Níger, como las de los igbo, ibibio, idoma, tiv e ijo, entre otros. Hay que mencionar, una escultura-marioneta ibibio excepcional por su expresividad en la mirada entrecerrada (Nigeria).
En el siglo XVI, se establecieron en las tierras altas de Camerún un grupo de pueblos tikar, cuyo origen se encuentra en la meseta Adamawa. Famosos como grandes artesanos y buenos contadores de historias, son el origen de los pueblos bamileke. Otro pueblo que también reivindica sus orígenes tikar son los bamún, asentados asimismo en las Grasslands en los siglos XVI y XVII. Los bamún desarrollaron una importante cultura cortesana. A finales del siglo XIX trataron de desarrollar un alfabeto propio.
Esta sección se ha montado inspirándose en los modelos que establecieron los museos etnográficos durante el siglo XIX para evidenciar cómo fueron considerados estos objetos hasta bien entrado el siglo XX. Estos museos son herederos de los antiguos museos de historia natural. El de París, creado en 1882, fue un ejemplo de ello. El montaje de sus salas respondía a una mentalidad eurocentrista y reforzaba el ideal evolucionista que ayudó a justificar la explotación colonial a partir de la idea de “misión civilizadora”. Cuando los objetos de otras culturas de sus fondos no formaban parte como atrezo de reconstrucciones, muy similares a los dioramas de los museos de ciencias naturales y que recordaban a los zoológicos humanos tan habituales en Europa durante el siglo XIX, se amontonaban en sus vitrinas. Funcionaban en el discurso como especímenes, uno valía por todos, y se convertían en metonimia de una cultura completa que ahora se mostraba encerrada en una o en varias vitrinas. Esos objetos tras los cristales la representaban en su totalidad.
Ese fue el museo que Pablo Picasso visitó en 1907, quedando fascinado por lo que contenía. Se ha escrito que lo hizo por casualidad para subrayar la idea de “encuentro” o “descubrimiento”. No fue el primer artista en interesarse por las máscaras y los fetiches que habían sido sacados de África para ser vendidos en Europa. El valor etnográfico que se daba a estos artefactos empezaba a ser superado por el estético. De este modo, esos primeros vanguardistas se apropiaron de algunos de los recursos plásticos utilizados en estos objetos en su búsqueda de una ruptura con la tradición clásica. A esta búsqueda se refieren también los libros y revistas incluidos.
2.- África Occidental
En el delta interior del río Niger se han encontrado recientemente terracotas denominadas de Djenné, Segú y Bankoni, por la cercanía a esas ciudades, fechadas entre los siglos XI y XVII. Cabe destacar la pareja de Djenné con los brazos entrelazados de la que sólo existen 16 ejemplares similares que se conozca en el mundo, uno de ellos en el Museo Barbier-Mueller. En esos siglos existieron en esta amplia zona al sur del Sahara varios poderosos imperios como los de Ghana, Mali y Songhai, de los que hay muchos documentos escritos que hablan del comercio de oro, sal, esclavos, armas y otros productos, con el norte de África. Durante el imperio de Mali (ss. XII-XVII), Mansa Musa, cuyo reino se extendía más allá de Ghana, fomentó el uso del árabe y las bibliotecas haciendo que Tombuctú se convirtiese en un famoso centro de estudios.
Las semejanzas de estilo, iconografía y motivos decorativos apuntan hacia una aculturación que permite hablar de una herencia común en el África Sudánica Occidental, entre cuyos pueblos se incluye a los bambara, tellem, dogón, senufo, mossi y otros pueblos de la costa atlántica, como los baga, dan o kran. Dentro de estos últimos, la cabeza clásica de bóvido de las islas Bidjogo (Guinea Bissau) ilustra un subestilo particular dentro de los grandes estilos artísticos de África.
Los pueblos de esta zona no estuvieron al margen de todas las influencias políticas, económicas y culturales anteriores. El gran río Volta fue la ruta principal de la región. Una parte de la producción de los pueblos akan, que habitan en Ghana y Costa de Marfil, tenía sus raíces en las antiguas creencias, pero la mayor parte era de tipo cortesano. Entre los pueblos akan, fueron dominantes los ashanti, estrechamente relacionados con el comercio del oro y de esclavos no solo con los mercaderes del Magreb, sino también con los europeos a través de las vías transoceánicas. Los baulé son de origen akan, pero su arte está más relacionado con sus vecinos los senufo, los guro y los yauré, esto es indicativo del dualismo entre el este y el oeste, de los pueblos voltaicos/mandé y los akan.
A finales del siglo XVII, en lo que hoy es el estado de Benín, surgió otra cultura cortesana, vinculada también al comercio de esclavos, en el reino de Dahomey, los fon. Los fon son conocidos por sus trabajos de metal, tanto de carácter religioso como cortesano.
En esta segunda sección se apunta en el montaje y a través de la documentación a cómo el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) institucionalizó el arte africano. Si después de la Segunda Guerra Mundial, Nueva York robó a París la idea de arte moderno, con ella se llevó también el modo en el que estos artefactos eran considerados. Lo demuestra la exposición del MoMA de 1952, Understanding Negro Sculpture del fotógrafo Eliot Elisofon, que hereda muchos de los presupuestos modernistas. Elisofon seleccionó siete objetos de arte africano que mostraba junto a sus fotografías. El objetivo era enseñar a los espectadores cómo apreciar el arte africano y comprender su relación con el arte moderno. Las fotografías construidas de Elisofon, que también circularon en revistas como Life y Think, utilizaban recursos como la iluminación, el detalle y la repetición borrando cualquier alusión al contexto para subrayar que eran obras de arte.
3.- África Central y Oriental
A principios del siglo XVIII en lo que hoy es Guinea Ecuatorial y parte de Gabón se produjeron una serie de invasiones de pueblos procedentes del este, de la cuenca del Ubangi, que traían consigo una estética de rasgos abstractos, geométricos y coloristas que dio lugar al arte de las culturas de los pueblos kwele, kota y kete. Sin embargo, a fines del mismo siglo, irrumpieron desde el norte los guerreros fang portadores de una plástica más expresionista, relacionada con las Praderas y con Sudán. Además del relicario kota, una referencia importante para entender la cultura funeraria de los pueblos de Gabón es el relicario tsogo.
A medida que se desciende hacia el sur, alcanzando las sabanas previas al curso del Zaire, el ciclo de la plástica geométrica, plana y colorista se va diluyendo poco a poco. Desde el siglo XV es relativamente conocida la historia del pueblo kongo y los pueblos étnicamente afines, como son, entre otros, los yombe, bembe, bwende y solongo, que habitaban una región de bosque tropical denso, entre el Océano Atlántico, los ríos Congo (antes Zaire) y Kwango y el Stanley Pool. Su arte, con influencia europea -los portugueses llegaron al estuario del río Congo en 1482-, es de carácter naturalista, destacando las esculturas funerarias talladas en esteatita como la excepcional maternidad que se muestra en esta exposición. Semejantes a esta escultura, que probablemente sea un monumento funerario de una mujer noble, como indicia el bonete de la cabeza, existen desde 1695 cuatro ejemplares más conservados en el museo Luigi Pigorini de Roma.
Los pueblos que habitan las regiones comprendidas entre los ríos Kwilu y Kwango estuvieron dominados en el oeste por el reino Kongo, y en el sureste, por el reino Lunda, que surgió en Angola en el siglo XVII. Ambos reinos tenían nexos con los holo, los suku y los yaka e, indirectamente, con los pende. Hacia el oeste estaban los lunda que se convirtieron en catalizadores del desarrollo de las culturas luba y chokwe, cuyas producciones artísticas son muy valoradas.
En el África Oriental, cabe destacar la tradición de postes conmemorativos Konso, signo del culto a los muertos, del suroeste de Etiopía. Al sureste de Tanzania, en la frontera con Mozambique, los makonde, con un amplio abanico de influencias de otros grupos vecinos, han producido poca escultura pero tienen una gran riqueza de máscaras.
Deberíamos resaltar la importancia que tienen las máscaras, sobre todo las femeninas, en esta colección. A título de ejemplo, podemos mencionar las siguientes máscaras: marka, dan, mende, igbo agbogho mwoo, ibibio, punu, chokwe, suku, pende, kwese y makonde.
Finalmente, se debe mencionar una pequeña selección de peines y peinetas que documentan una tradición social y estética a lo largo de todas las épocas y de todas las regiones de África. Sobresale también un conjunto de muñecas que nos habla de las creencias y los cultos a la fertilidad que se practican en todo el continente.
En esta última sección el montaje y la documentación aluden al desarrollo del panafricanismo y a las exposiciones que se realizaron en África durante las independencias de estos países. En 1960, Léopold Sédar Senghor llegó a ser el primer presidente de la República de Senegal tras su independencia. Senghor se convertiría entonces en el promotor del Primer Festival Mundial de las Artes Negras, que tuvo lugar en Dakar en 1966. Su intención fue mostrar la producción plástica, literaria y musical de los artistas de origen africano al mundo y reivindicar el concepto de negritud como algo propio y diferencial. Entre los muchos eventos que se organizaron estuvo una exposición de arte africano antiguo y tradicional. Muchos de estos objetos regresaban a su continente de origen tras haber sido extraídos de África durante la colonización. Aunque solo lo hicieron temporalmente porque la exposición itineró después al Grand Palais de París. En este festival se reflexionó principalmente sobre el papel que deberían jugar el arte y la cultura propios en ese mundo post-imperial que estaba naciendo. Durante la década siguiente se organizaron otros encuentros y festivales internacionales de carácter panafricanista con objetivos muy similares: Primer Festival Cultural Panafricano (Argel, 1969), Zaire 74 (Kinshasa, 1974) y el FESTAC (Segundo Congreso Mundial de las Artes Negras, Lagos, 1977).
En la muestra se han incluido también dos películas fundamentales: Les statues meurent aussi (1953), dirigida por Alain Resnais y Chris Marker, y producida por Présence Africaine, y Et les chiens se taiseient, d´Aimé Césaire (1978), de Sarah Maldoror.
Comisarios
François Neyt, etnólogo, filósofo, arqueólogo e historiador de arte, nació en la República Democrática del Congo, donde vivió veinte años. Es profesor emérito de la Universidad Católica de Lovaina, miembro de la Real Academia de Ciencias de Ultramar de Bélgica y Premio de la Association des Ecrivains de Langue Française, entre otros honores. Enseñó artes africanas durante muchos años, sucediendo al Sr. Maesen, Director del Museo Tervuren de Bruselas. Monje benedictino, fue durante dieciséis años presidente de la Alliance Inter Monastères, que cubre más de 450 comunidades en todo el mundo. Como experto de arte africano ha sido asesor de muchos museos y comisariado varias exposiciones en, entre otros, el Museo Dapper de París, el Museo Etnográfico de Amberes, el Quai Branly de París, el Museo Nacional de Shangai, el Museo Nacional de Seúl, el Museo Nacional de Antropología en la ciudad de México y el Museo Pushkin de Moscú. Recientemente ha participado en la exposición sobre la cultura songye en la Capilla Palatina de Nápoles.
Autor de numerosos libros y artículos, cabe mencionar a título de ejemplo: La grande statuaria Hemba du Zaire (1977); Arts traditionnels et histoire au Zaire (1981); Luba. En las fuentes del Zaire (1993); Les Arts de la Benue aux racines traditions (1993); La formidable estatuaria Songye de África Central (2004); Fleuve Congo (2010); Trésors de Côte d’Ivoire. Les grandes traditions artistiques de Côte d’Ivoire (2014); Du fleuve Niger au fleuve Congo(2015); y Kifwebe. Un siècle de masques songye et luba (2019).
Sergio Rubira es profesor de Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid. Forma parte del comité de adquisiciones del Museo de Arte Contemporáneo de Madrid. Es comisario independiente y colaborador de El Cultural. Ha sido Subdirector de Colección y Exposiciones del Institut Valenciá d’Art Modern (IVAM), Valencia, donde comisarió Orientalismos; 1989. El fin del siglo XX; Tiempos convulsos; Espacio, materia y forma: Julio González y las vanguardias; España. Vanguardia artística y realidad social, 1976, entre otras. Ha sido parte del comité asesor de MUSAC (León) y del Programa para la Internacionalización de la Cultura Española (PICE, Acción Cultural Exterior). Ha sido director adjunto de todas las revistas del grupo EXIT. Ha co-dirigido los programas de formación Madrid45 de la Comunidad de Madrid y DIDCC del CA2M y ha sido co-director de las Jornadas de Estudio de la Imagen de la Comunidad de Madrid y el curso Comisariando el presente, La Casa Encendida. Ha sido coordinador del Máster de Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual de la UAM, UCM y el Museo Reina Sofía e imparte clase en el Máster de estudios curatoriales de la Universidad de Navarra. Ha comisariado exposiciones en: ARCO, Artium, DA2, Centro Galego de Arte Contemporanea (CGAC), Centro de Arte 2 de Mayo (CA2M), La Panera, Temporary Gallery, Centre d’art Santa Mònica, entre otros. Ha escrito en numerosas publicaciones de instituciones como el MUDAM, Luxemburgo; Centre Pompidou-Metz, la Bienal de Venecia, PS1-MoMA, Nueva York, Tranzit, Praga, o el FRAC Bourgogne, Dijon, entre otros.